lunes, 7 de noviembre de 2011

91: Last promise I broke

La velocidad del tiempo hace verdaderos estragos conmigo últimamente. No me puedo creer que ya haya vuelto de mi viaje de San Francisco, que ya haya vivido mi Halloween americano, y que prácticamente ya lleve tres meses en este rincón del mundo.

Me gusta que a veces el tiempo se pare y pueda contemplar esos instantes de felicidad, o simplemente disfrutarlos y comérmelos con cuchara. Me gusta que esto pase cada no poco por mis queridas tierras tejanas, que la monotonía todavía me parezca nueva y desconocida porque cada día la vida se las ingenia para sorprenderme con algo nuevo. Cosas como la fiesta de Halloween de hace ya dos fines de semana atrás. Bien sé que el hecho de compartir un rato con los que empiezan a ser tus amigos, puede parecer una tontería a ojos de muchos. Pero qué quieres que te diga, que después de pasar por un garaje que se convirtió por una noche en casa encantada –tengo que decir que me pareció un trabajo impresionante y que lograron muy buen resultado, sobre todo convirtiendo a los niños por una noche en muertos vivientes y saliendo de los rincones menos esperados preparados para asustarte- el estar con tus amigos y que gente aleatoria traiga una mesa de mezclas, y antes de irnos a dormir en medio del frío que empieza a caer, quemar nubes en la hoguera entre bromas y chocolate con galletas, son cosas que, discúlpenme amigos, pero me convencen rotundamente que no hay dinero que las pague.

Las historias no se me acaban, en realidad creo que tengo un sinfín de ellas. Swimming es el mejor ejemplo que este país tiene de demostrarme que cuanto más me esfuerce, más lejos llegas. Y es que ya empiezo a quedar de las primeras en mis rondas, por mucha agua que trague y hombros que se me vayan al garete. O ir a cenar a un mexicano y darte vergüenza hablar español en medio de tu familia porque todos esperan tu comunicación con los camareros. Quizás el ir al museo de arte moderno y ver en poco más de diez minutos un Picasso, dos Leger, dos Pollock y dos Mondrian, sin contar con las mini-estatuillas de Çatal Hüyük quizás le dio el toque loco a mi domingo. Discúlpame si hoy soy un poco más egoísta, y me quedo con el resto para mí, espero mejorarlo con la siguiente entrada, y cómo no, con San Francisco como protagonista. 

Mis fotos son de un poco de todo, y la canción, la canción habla por si sola. Supongo que hace tiempo que los necesitaba conmigo. Una a veces debe volver al principio y recordar quién en algún momento fue para saber quién es y quién quiere ser. 




















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