Estados Unidos tiene maravillas hasta puntos que no me dejan de sorprender, y si no miradme en estos momentos, escribiendo esta nueva entrada desde el truck de mi familia camino a Dallas, hablando mi querida Uxía (gracias por prestarme las fotos para esta entrada, has captado estos días con un término mucho más alto que la perfección)y esta servidora por skype con nuestro Antón en LA.
Si te soy sincera, sigo en el truck, pero ya estoy de camino a casa. Acabo de pasar mis primeras Thanksgiving en Estados Unidos, las mismas en las que se trincha el pavo. Y aunque bendecir la mesa se hizo de pie y sin mucha mesa que digamos, los veinte distintos tipos de rellenos y el propio pavo en si no decepcionaron.
Haciendo un poco de memoria, esta semana que no he tenido clase me la he pasado como una enana –pido perdón a los cortos de estatura por esta expresión- y es que skype con toda tu familia, ver como tu hermano sopla las velas de su treinta cumpleaños (sí, me acuerdo de ti, petardo, que una necesita mucho más que unos cuantos miles de kilómetros para olvidarse de su hermanito mayor), hablar con amigos que hacía tiempo que no saludabas, alternarlo con la visita de tu amiga de Dallas, enseñar a jugar a las cartas a tus amigos americanos, ir a un campo de béisbol a reírte no poco y sacarte fotos, DESAYUNAR EN CRACKER BARRIL, volver a quemar marshmellows, ir a una gasolinera del tamaño de un centro comercial, seguir alimentando mi extraña afición por ponerme nombres falsos en Starbucks, y un sinfín de cosas que mi memoria se ríe ahora conmigo de ellas me dice que qué simpática es la vida a veces. Ya te lo he dicho, me quedo con lo mejor de estos días. Me quedo con lo mejor de mis casi cuatro meses por este lado del Atlántico.
Hablando de tiempo, esa medida de tiempo tan injusta, esto se me está pasando demasiado rápido, y eso que decían que hasta Navidades era cuando más lento iba. Y un jamón (Navidul, vuelve a casa por Navidad, y de paso tú también, turrón de Suchard), que esto ya está a medio camino, que las lágrimas que a veces mis Ragsdale’s y yo nos tenemos que tragar no me pone las cosas fáciles. Pero…pero supongo que esto son gajes del oficio. Mientras tanto… toca seguir viviendo esta aventura. Es difícil ser consciente de que estás a tanta distancia del lugar en el que has pasado tu vida y tanto echas de menos, pero más difícil es saber que por mucha morriña que te entre, estoy empezando a encontrar mi lugar aquí, en un lugar del que soy consciente que algún día me tendré que ir.
Mundo párate, que yo me bajo.
PD: He retomado mi vieja costumbre de hacer listas por y para todo. Laura ha vuelto.